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Eclipse (ekleipsis)

"Sumidos en la noche están vuestras cabezas y vuestros rostros, y también vuestras rodillas.
...Los muros y las hermosas vigas rezuman sangre." (Hom.)

"Estudiando el movimiento de los planetas en su recorrido por el Zodíaco, los astrónomos babilonios observaron que en ocasiones esa trayectoria situaba a dos planetas muy próximos entre sí. Este fenómeno resultaba muy espectacular en el caso del Sol y la Luna. Cada vez que esta última pasaba frente a aquél, lo oscurecía parcial o totalmente. En ocasiones, por otra parte, el Sol se situaba en un extremo de la Tierra, y la Luna en el otro, con lo cual la sombra de la Tierra se proyectaría sobre la Luna, oscureciéndola. Por tanto, podía producirse un eclipse lunar. (Eclipse proviene del griego
'abandonar', pues cuando acaece uno de estos fenómenos, parece que el Sol o la Luna abandonan el firmamento.)
Un eclipse constituye un espectáculo estremecedor. Los que se daban cuenta de él podían creer realmente que el Sol o la Luna se morían, lo que daría lugar a incalculables consecuencias. Aun en el caso de que se comprenda que las luminarias se oscurecen sólo de forma temporal, permanece el sentimiento de que significa una amenaza de males enviada por los dioses como advertencia.
Con todo, el estudio de los movimientos del Sol y la Luna enseñó a los primeros astrónomos a predecir cuándo se producirían los eclipses. Desde que los eclipses aparecieron como fenómenos automáticos e inevitables, desaparecieron sus connotaciones de sorpresa y amenaza. (Hay indicios de que incluso los observadores primitivos del cielo aprendieron a determinar cuándo se producirían los eclipses lunares, y de que las piedras de Stonehenge, en el sudoeste de Inglaterra, estaban dispuestas a manera de observatorio para la predicción de tales fenómenos.)
El filósofo griego Tales (624-546 a. C.) parece haber aprendido los métodos babilónicos y predijo un eclipse de Sol que nosotros ahora sabemos (mediante cálculos inversos) que tuvo efecto el 28 de mayo de 585 a.C. Ello contribuyó al prestigio de Tales y ayudó a que los eclipses resultaran menos aterradores, pues quedó demostrado que podían predecirse." (I. Asimov)